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Mi hija en el parque de juegos rosado

Aprender a no mirarte, es un profundo arte.
Confiar que la vida te cuida a ti, mi niña.

Aprender que soy tu madre pero no tu sombra,
diluir mis propios miedos y los ruidos que me agobian.

Confiar en tu propia fuerza, en que ya bébé te empoderas,
llamando a todos los seres, que en el bosque te rodean.

Soltar el cansancio, un paso a la vez,
encontrar en el presente, que eres el más dulce bébé.

Que adoro tu piel, tus redondas mejillas,
tus nuevas pestañas, tus pies y manitas.

Acepto que ayer se cayó el restante del cordón umbilical.
Acepto que fueron nueve meses de un maravilloso gestar.

Que en el parto te ví emerger como el más puro arco iris
y luego ví mi placenta sobre la mesa como los “souvenires”.

Gratitud ahora siento por esos momentos vividos.
Doce horas junto a tu padre.
Conversaciones, risas, escritura, ejercicios...
El se sentía en un vuelo transatlántico, yo rezaba al arcángel Gabriel
y entonaba mi canto...

Esa plegaria eterna porque tú ya llegabas.
Esa plegaria dulce pues ya estás junto a mí,
Gabriela adorada.

Salón musical, lunes 12.08.